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Dicen que Asturias es el secreto mejor guardado de España. Puede que sea cierto, no lo sé. A mí lo de secreto me parece exagerado. No lo parece, desde luego, cuando sus rincones más conocidos se llenan de turistas en verano.

Pero sí es cierto que guarda tesoros ocultos en cada esquina.

Existe, según se cuenta en los mentideros, una comunidad sagrada, casi secreta, que se reúne al final del invierno en un lugar oculto de las montañas asturianas. Cerca del culo del mundo conocido. 

Allí se convoca, desde hace ya 8 años, una reunión de gentes eclécticas que acuden convocadas por su sumo sacerdote. De toda la península acuden individuos de todo pelaje y condición. Desde la calva pulida y brillante, hasta las rastas de aspecto más desaliñado. Pasando, por supuesto, por pelos plateados y caras con arrugas en diferente estado de descomposición. A todos nos persigue ya ese corredor implacable que es el tiempo. Y eso se nota en las caras, que cuentan ya batallas incruentas en las cicatrices y arrugas que las adornan.

El nexo de unión entre tan diferentes personalidades es un vínculo único, pero solido. La relación nace de Viajo en Moto. O de viajoenmoto.com, como más guste.

Desde el salón de su casa, donde están los estudios centrales de viajo en moto. El obispo de Aruba, a veces secundado por maese Naveiras, convoca a los fieles cada miércoles. Sus homilías insuflan ánimos en los leales y estimulan las ganas de otear detrás del horizonte. Y a veces, solo una vez al año, convoca a los iniciados más veteranos a la meca del moto turismo. Allí. En el culo del mundo conocido.

Grandas de Salime es la respuesta a esa frase de Carl Sagan “En algún lugar, algo increíble esta esperando a ser conocido”.

A Grandas acuden en procesión solitaria, desde diferentes puntos del orbe, caballeros solitarios o en pareja, que responden prestos a la llamada de su sumo sacerdote, a comulgar con cachopo y vino en este lugar. Entre colinas verdes y valles profundos con aroma a bosta de vaca. La ruta, vengas desde donde vengas, es sinuosa y con un asfalto plagado de curvas de tacto aterciopelado.

Curvas que invitan a bailar con los lobos. A cortejar, incluso, a la vieja de la guadaña, si tienes el día osado.

Y llegas, y te abrazas a los amigos, y preguntas por este y aquel. Te reencuentras de nuevo con esos templarios solitarios que solo, muy de cuando en vez, encuentras en la ruta. O aquí, donde acuden los iniciados.

Esta comunidad nació, creció y maduró, bajo la tutela de Roberto Naveiras.

Es Naveiras uno de esos personajes de personalidad sólida y cultura ecléctica. Versado en literatura onírica y vigilante de leyendas. Profundo conocedor de la cultura ancestral de las montañas donde vive.

Él es el creador de Viajo en moto y su afamado podcast, que tiene merecida fama de ser uno de los mejores podcast de viajes en moto en lengua hispana. Quizá porque es el único.

Se jacta él de vestir traje de geisha, aunque es más frecuente verlo vestido con pantalones de moto de AliExpress y con sombrero de copa.

Lleva más de 15 años en las ondas con su podcast, ya veterano y consolidado. Parece, maese Naveiras, soñar permanentemente con viajes imposibles de cumplir y con matanzas comunitarias del mamut autóctono.  Como se hacía antes en las aldeas.  

Es un romántico no reconocido y amante de lo antiguo, ama esa belleza oculta en los detalles y forjada por el tiempo. Sufre, el pobre, de una enfermedad mental que le provoca momentos de crisis delirantes donde se ve rodeado de vírgenes birmanas de sensualidad humilde y casta actitud.

A veces se viste de druida, esa antigua religión celta de la que él es protector, y procede a ceremonias de casamiento y crueldades por el estilo.

Gusta, maese Naveiras, obispo de Aruba, de gozar la vida a paso lento y trago largo, aunque la tensión arterial y otros achaques propios de la vida disoluta, han convertido la mesa de su cocina en una especie de botica propia de gente anciana y con el pelo blanco. Ahora las pastillas y grageas de toda condición han sustituido a la picadura de tabaco y al chupito de aguardiente. El tensiómetro automático es un electrodoméstico más, con su sitio al lado de la batidora.

Roberto hizo suya, sin saberlo, la máxima de Norman Vaughan, ese coronel, más británico que americano, y que conducía los trineos de perros en la primera expedición al polo sur del almirante Byrd. Todos ellos perros ingleses, por supuesto. (No lo olvidéis, queridos niños, todo español que se precie debe mear mirando a Inglaterra).

Bueno, pues ese hombre, Norman Vaughan, ¡subió al Monte Vaughan, con 88 años!, ¡y es esta una montaña que mira al suelo de la Antártida desde 3.000 metros de altura!

Una expedición épica para alguien de 88 años, por mucho que la montaña lleve tu nombre. Esto lo hizo coincidiendo con nuestro amigo Ramón Portilla en su expedición al monte Vinson. En esa expedición, Ramón entabló conversación con ese anciano, por entonces de 88 años, que rememoraba sus años mozos de expedicionario subiendo a su monte. A la pregunta de Ramón de por qué lo hacía, la respuesta fue  un rotundo “sueña en grande y atrévete a fracasar”.

Pues Roberto soñó y sueña en grande en esto del viajomotismo. A veces creo, hablando con él, que piensa ha fracasado de alguna manera. Que todo lo que planeó no se cumplió. ¡Pero es que nunca se cumple lo planeado querido amigo! No del todo por lo menos. Siempre acaban surgiendo cosas diferentes, a menudo mejores, que cambian los planes sin pedirlo. Es cosa de la vida, que acostumbra ser errática y caprichosa. O cosas de los dioses, que gozan de jugar con nosotros.

Aunque a lo mejor lo que le ocurre es que solo está cansado. Y tiene derecho a estarlo. 

Pero amigo, ¡abre los ojos y observa tu tremendo éxito!

La comunidad que se reúne en torno a la llamada de maese Naveiras tiene vida propia. A pesar de que su nacimiento parecía imposible. ¿Cómo se crea semejante simbiosis entre seres tan dispares? No se podría si él no lo hubiese convocado. Valga como ejemplo la primera vez que vi al Piraña en la penumbra del hotel La Barra, a las tantas de la mañana, preguntando, con voz afectada, dónde está su habitación. ¡Pensé en meter mano a la navaja en cuanto lo vi acercarse!, con esa cara de comeniños que no hace justicia a su personalidad.

Es un éxito rotundo el suyo, sin matices.

Un éxito que todos, cada uno a su manera, agradece al señor Obispo de Aruba.

Así que procede parar la moto, apagar el motor y decir alto y claro: Gracias por tanto estimado, y sin embargo amigo, maese Naveiras.

Vamos que fue un fin de semana gozoso, que acabó por dejar agujetas tras venirse uno arriba pilotando la moto de vuelta a casa, que había que llegar para votar.

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