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Justo acaba de salir por la puerta Ramón Portilla, ese veterano alpinista, leyenda viva de la montaña, que se dio a conocer, sin quererlo, con aquel mítico programa de tv “Al Filo de lo Imposible”.  Su acrisolada experiencia inundó nuestro refugio de invierno durante un magnifico fin de semana.  Vino a buscar su mutilada y vieja GS 1150. La pobre llegó a los 100000 km bastante perjudicada, sin embrague y sin compresión en sus cilindros. Fue necesaria reconstruirla un poco. 

De eso se encargó, como no, Oscar, el de Pomoto.  Él desmontó la moto en sus piezas todas, las limpió, arregló, sustituyó y demás palabras con acento en la o. Y  por fin  volvió a encajarlo todo, pieza a pieza. Quedó perfecta. Literalmente como nueva.

Y, claro está, Ramón tenia que venir a buscarla, probarla y empezar una particular vuelta al mundo desde nuestro Finisterre. Así que allí nos acercamos, a ese fin de la tierra legendario en un paseo sinuoso y pausado, para poder mezclar una botella de agua del Mediterráneo, que traía consigo, con el agua del Atlántico. Y recoger agua del Atlántico para llevarla de vuelta hacia el Mediterráneo, en una mística comunión de dos mares. Es persona mística este Ramón, así que  se pergeñó un bautizo extraño para dar inicio a una nueva vida a lomos de la GS, para voltear el mundo subiendo todas las cumbres que por el camino se encuentren. El Etna en primer lugar, luego el Ararat y las que surjan por el camino, hasta la lejana Biskhet en una primera etapa prometedora.

No dejó de resultarnos extraño que el gran Ramon nos pregunte, a nosotros, sobre el Etna, y que se goce de nuestras fotos del Ararat. Yo creo que es cortesía del hombre amable que le acompaña siempre. ¡Él, que ha vivido tanto y tan al limite en todas las cumbres de la tierra!!.

Fue, en definitiva, un fin de semana delicioso, ¡hasta el tiempo ayudó!, que se abrió un claro entre borrasca y borrasca, con subida de temperatura incluida, para poder probar la moto bordeando las rías gallegas hasta Finisterre en tiempo de primavera, antes de darse la vuelta hacia el este. 

Lo malo de escuchar a Ramón es que destila pasión en sus comentarios, no puede evitarlo. Es Ramón hombre de pocas palabras, como es costumbre en la gente sabia y con amplia vida interior. Pero esas palabras, cuando las pronuncia con tan pausada pasión, iluminan de nuevo en tu cabeza proyectos que habías arrinconado. Como una linterna alumbrando un objeto que habías estibado en el trastero. Y tu cerebro reacciona mostrando postales de un mundo que quieres vivir en directo. Y claro, volvió a salir la Karakorum en nuestra charlas.

 Esa karakorum que habíamos arrinconado en nuestros planes de viaje, por logística cara y tediosa, cobra vida de nuevo.

 Pero es que oyes hablar a Portilla de esa cumbres, de esos paisajes, del rio Punjab, de sus experiencias en el Nanga Parbat. Le escuchas describir esos pueblos pakistaníes y sus gentes. Te cuenta historias describiendo esa belleza sin fin de las cumbres mas indomables del planeta, y ya te pones a soñar un poquito.

Y luego lees las primeras paginas del libro de Erika Fatland sobre el Himalaya…  y resulta inevitable que tu mente vuelva a volar hacia las cimas del lejano este, con sus paisajes apocalípticos, sus glaciares colgantes, sus lagos alpinos. Sus pendientes imposibles. 

Al fin y al cabo nuestra moto esta hibernada a un tiro de piedra del paso del Kunjerab.

¿Será posible que nuestras líneas de viaje se junten con las de Ramón en su idealizada vuelta montañosa al mundo?. Sería un privilegio tenerle de guía en esas montañas.

 Nos va a hacer falta otro cónclave. 

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