Samarcanda y la entrada a Tayiquistán.
Samarcanda, la ciudad azul, la del papel de seda. Samarcanda vivió y creció gracias a la seda, y no puede negarlo. El secreto de la seda fue hurtado a China, según la leyenda, por una princesa que trajo los capullos formando parte de su ensortijado peinado. Aquí se llegó a fabricar la mejor seda de todo el mundo. Su riqueza creció de tal modo que se convirtió en centro de un imperio que alcanzaba desde Anatolia al Índico, gobernado por Amir Timur, alias Temerlan, que significa Emir el cojo, lo que no deja de ser una falta de respeto, hoy es héroe de Uzbequistan. Hombre de gran talento militar, pero también hombre de gran cultura, a él se le debe haber escogido a esta ciudad como su capital. Lugar a donde llegaban caravanas cargadas de exóticas especies y perfumes, de nácar y seda. Fue el que consiguió que, además de capital de un imperio, fuese capital cultural de toda esta vasta parte del globo. Su centro histórico, dominado con implacable y rotunda belleza por el Registán, es poesía pura. Todo se debe a la sabiduría de su princeps, que supo atraer a esta ciudad los mejores artesanos de todas las especialidades desde todos los confines del mundo. Tejedores de Siria, constructores de Delhi, orfebres de Anatolia.
Sus calles eran una mezcolanza de lenguas, y culturas, y religiones. Sus mercados tenían los mejores productos de la ruta de la seda. Cuero de de Rusia y Mongolia, seda y gemas preciosas de la China, especies de la India. Samarcanda era una ciudad del renacimiento enclavada en la lejana Asia.
“ Es tal la belleza y la abundancia de esta gran capital que contemplarlas es una maravilla”. Esta frase la pronuncio en 1404, el embajador castellano, del rey Enrique III, Ruy Gonzalez de Clavijo. Y no digo más.
Curiosidad histórica. En la Lápida de Tamerlan figura una leyenda “si yo me levantase de mi tumba, el mundo temblaría”. Y tembló, cuando fue exhumado el 22 de junio del 1941 empezó la invasión de Rusia por el ejercito de Hitler.
Samarcanda es glosada por escritores y cronistas como una especie de ciudad mágica de cúpulas azules, una ciudad de cuento, como las que aparecen en los libros de las mil y una noches. Pero Samarcanda existe de verdad.
El Registán es prueba de ello, esta rodeada de jardines y la inmensa plaza puede contemplarse, sin entrar en ella, desde un mirador levemente escalonado, alicatado en mármol blanco.
La entrada a la plaza misma precisa del pago de una moneda, que bien merece la pena. Entrar en el recinto es entrar en otro mundo, un mundo de madrasas entendidas como universidades, como centros de formación superior, donde se alojaban estudiantes de todo el orbe. La astronomía avanzada, la medicina, el conocimiento de la ciencia, y la filosofía, y las letras, se impartía aquí. Al pie de caravasares, zocos y mercados.
Entras en uno de los edificios laterales, ambos madrasas, una dedicada a la filosofía y la otra dedicada a la astronomía, y se abren ante ti unos jardines rodeados de habitaciones abalconadas donde moraban los estudiantes. Están llenas de vida, tienduchas en las habitaciones, dedicados a vender a turistas y curiosos mercaderías artesanales, mientras tomas un té o un café en esos mismos balcones. Sí, hoy no moran allí estudiantes, pero se mantiene un ambiente humano que se le acerca mucho a lo que debió ser aquello en su época de esplendor.
Entre ambas madrasas, que compiten entre sí en cuál es mas bella, se encuentra la madrasa de Tilli Kari, con hospedaje para monjes derviches, que haciendo de árbitro amenaza con ser ella la mejor. Y en el medio un inmenso mercado que no cerraba nunca. Pero Samarcanda, la superviviente de siglos, tiene aún más que ofrecer.
El cementerio de Shah i Zinda, que es mas bien un mausoleo al aire libre, es un magnifico ejemplo. Aquí se enterraban los nobles y su familias, separando sexos para toda la eternidad. Es una ciudad de muertos que desprende mas alegría que sosiego. A ambos lados se inició un cementerio de gente humilde, que deseaban descansar cerca de los poderosos. Por si se les pega algo en la eternidad, digo yo, de suerte que lo que antes era ciudad de ricos muertos, es ahora la rica avenida de una ciudad mas grande. Como la avenida central del cementerio santiagués de Boysaca, donde se enterraron los ilustres señores gallegos en su calle central. Pero en vez de granito gris aquí se adorna todo con azulejos multicolores.
Dejamos Samarcanda a primera hora de la mañana, camino de la frontera Tayika. Rápida y fácil para ser Asia, pero con dos advertencias de guardia fronterizo, tienes solo un mes, y las fronteras con Kirguistán están todas cerradas. Todas.
Eso obliga a cambiar el planteamiento de viaje. Haremos la Pamir, pero volveremos sobre nuestros pasos para entrar en Kirguistán a través de Uzbekistán, por el valle de Fergana y directos a Osh. O quizá por Kazajistán de nuevo, como sugiere Eusebio.
PS: en un link de esos os dejamos un video de Samarcanda, si la wifi deja, claro.
3 Comments
lupy
Increíble lugar. Cuántos lugares impresionantes estáis viendo amiguitos.
Venirse YAAAAA!!!
Fran Rojo
Me acabo de poner al día en el blog que no había tenido tiempo en mi nueva vida de casado. Muy buen viaje amigos y esperamos con ansia esas fotos y vídeos a la vuelta. Ídolos!!!
Pako G.
si vieras las pintas que gastamos no nos idolatrarías tanto.