“Si los hombres dejan de creer que un día se convertirán en dioses, entonces con toda seguridad no pasarán de gusanos”
HENRY MILLER.
Chipre
El sol deja caer sus rayos, sin piedad, sobre Chipre, haciéndolos rebotar sobre su suelo blanco de caliza desgastada. El polvo en suspensión recibe la luz del sol en ambas direcciones, y crea una neblina cegadora que te obliga a entrecerrar los ojos. Hace calor en Chipre. Un calor implacable que no da tregua en todo el día. Las sombras en la costa de Pissouri son escasas y a menudo artificiales.
Estamos en una terraza observando una roca con nombre propio. Y recuerdo…
Afrodita, la diosa del amor y el deseo, nació del mar, como todos los dioses a excepción de Zeus.
Y lo hizo justo aquí al lado, en Petra Tou Romiou. La diosa del amor, del erotismo, llego aquí al mundo para quedarse. Afrodita, la bella, escogió esta isla para nacer. La diosa, que con su coquetería dio origen a la guerra de Troya al sobornar al príncipe Páris, el más agraciado de los príncipes humanos, para que la escogiera a ella como a la más hermosa de las diosas. A cambio le prometió el amor absoluto de la más bella de las mujeres. Y esa mujer de tan excelsa belleza resultó ser Helena, la esposa del rey de Esparta, que se enamora perdidamente de Páris.
Y ocurrió que ese amor provocó que una flota de naves negras, portando a los mas poderosos guerreros de la hélade, varase en las playas de Troya. Aquiles, Ayax, Patroclo, Agamenón, Ulises…
Luego Troya cayó y el honor del cornudo Menélao fue restituido. Y nació la Ilíada. Y la Odisea. Y Eneas, héroe de Troya, hijo de Afrodita y el troyano Anquises, huyó a la península itálica, y así nació Roma.
Todo lo que somos empezó aquí. En esa roca.
Chipre es Grecia y no puede negarlo, aunque independiente desde 1960 al dejar de ser colonia británica, nunca fue capaz de abandonar su auténtico origen. Los dioses griegos bajan de su monte Olimpo y se pasean por la isla dando nombre a sus rincones. La bandera griega ondea junto a la chipriota y el gobierno de Nicosia mira hacia Atenas cada vez que Ankara dirige su mirada a la isla.
Estamos ahora en un mirador sobre Petra Tou Romiou. Alicia*, Eva y yo hemos recogido nuestras motos y devuelto el coche que ayer nos sacó de Larnaca y nos dejó en Paphos. Es el momento adecuado. Él no sabe nada, ni lo sospecha siquiera. Desde nuestra atalaya saco una foto que envío a Fabián**, el alcalde, el señor de Chipre. “¿Conoces el sitio?”
La respuesta no tarda nada en llegar. “¿Pero,.. pero?, No jodas que estás aquí?” La sorpresa fue completa, como queríamos, y sorprendemos a Fabián, que nos hace volar hacia su casa. “Ya!, antes de que se ponga el sol!” .
Fabian decidió huir de España y establecerse en Chipre hace unos años, poco después de dejar atrás su vida de viajero en moto. Y hoy hemos venido a verlo.
Y de paso a conocer esta isla que ha atrapado entre sus complejas marañas a nuestro amigo.
Tenemos pocos días, pero Fabián nos prepara una ruta que coincide con nuestro plan de conocer la isla y que empieza por su casa. Su casa está en un altozano con vistas a poniente, que nos obliga a correr para llegar a tiempo de ver la espléndida puesta de Sol sobre el Mar Jónico. No deja de mandar mensajes: “Correr, coño! Que os la perdéis!!!”. Y merece la pena esa prisa, la puesta de Sol es soberbia. Uno entiende que sí has de ser Sísifo, mejor serlo así. Repitiendo puestas de sol soberbias todos los días. El significado de ser un Sísifo rebelado se hace hermoso aquí.
Con Fabián resulta fácil encontrar los puntos que darán la magia a estos días. La primera cena en una taberna chipriota, bajo la parra, rodeados de gatos y degustando un carrusel de sabores exóticos y a la vez conocidos nos sitúa en el lugar.
La península de Akamas es un lugar seco, surcado por caminos de piedra, al que nos lleva Fabián en su pequeño todo terreno. Aparato del infierno que conduce como si fuese irrompible. Tenemos el privilegio de que nos enseñe de primera mano los paisajes donde graba sus videos, las calas secretas que son bellas a fuerza de ser áridas, con figuras imposibles talladas por los vientos y las olas en rocas de consistencia cambiante.
El paisaje es tremendamente hermoso y estéril a la vez. Debes fijarte en los detalles para considerarlo así. Los colores cambian del blanco cegador al ocre oscuro, y las caprichosas formas talladas por el mar y el viento semejan dentaduras de titanes fallecidos. O de dioses, esos dioses antiguos y caprichosos que dieron forma a occidente. Quizá los titanes y los héroes homéricos no eran mas que simples pastores de cabras armados hasta los dientes, pero ¿eso importa?. Lo cierto es que su huella aún perdura.
No queda mas remedio que caminar. Fabián, profundo conocedor del espacio que ocupa, nos suaviza el trámite. Para en los sitios adecuados, nos señala y nos muestra los rincones misteriosos que dan forma al alma de esta isla. No es una visualización global, como quién ve un paisaje hermoso, ¡que lo es!. Mas bien debes fijar tu vista en el detalle, curiosear detrás de cada roca, jugar con las formas y dejarte arrastrar por el sonido del Mediterráneo y el aire preñado de historia y olor a salitre. Dioses y titanes. Héroes míticos como Aquiles. Poetas y filósofos que dieron forma a nuestra cultura y modelaron nuestro pensamiento. Están todos aquí. ¿De verdad no los ves?.
Bajo este sol, en el sonido del viento entiendes que sean estos los lugares escogidos para dar forma a los vídeos de Fabián.
Un restaurante en una colina, bajo una parra aun sin vendimiar, nos permite disfrutar de una carne asada excelente; jugosa, tierna y aromática. Con unas vistas al mar que no se pueden mejorar. Pero en la sobremesa llega el Apocalipsis. Algo así como los círculos del infierno de Dante. Hemos pecado de gula y debemos expiar el pecado. Fabián decidió que se debe “bajar” la comida y para ello se tiene que recorrer el cercano desfiladero de Avakas, que con su fango se convierte en nuestro particular “tercer circulo del infierno”. Más adecuado no puede ser.
Llegas caminando al sol, por un camino de polvo que tiene el único objetivo de convencerte de que des la vuelta, de que no hay nada allí que merezca la pena. Luego, poco a poco, entras en un desfiladero, que progresivamente eleva y estrecha sus paredes. Aparece el agua, en forma de somero riachuelo que refresca el ambiente y que convierte el polvo en fango resbaladizo. Acabó por parecerse a una Petra en miniatura. El paseo merece la pena. El lugar deviene en fresco, con formas caprichosas y ondulantes que juegan con el Sol y con las sombras. Mis rodillas y el tobillo de Alicia agradecen el trabajo de rehabilitación. Ha merecido, sobradamente, la pena. Y la comida se digiere sin complicaciones.
Fabián nos agasaja con lo mejor y lo más valioso que tiene. El tiempo, ese corredor incansable y sin aliento que nunca deja de avanzar. Y con ese tiempo, valiosísimo, arrancamos dos Royal Enfield detrás de una Ducati Monster. Veremos lo que nadie conoce. Los lugares secretos e íntimos de nuestro amigo. Uña de gato, donde tiene su estudio. El escenario del Club de los Lectores Muermos, pequeñas capillas ortodoxas custodiadas por frágiles ancianas de fe inquebrantable y que no figuran en ninguna guía. Paisajes con vistas a dos mares y escenarios de ensueño para proyectos futuros que se prometen esplendorosos.
Nos abandona Fabián al otro lado de la isla, el trabajo no perdona. Nos veremos para cenar. Lo haremos cada noche en un lugar diferente y a cuál más atractivo.
Nosotros continuamos por el borde del mar antes de mirar hacia el interior, a la búsqueda de bodegas de vino.
Es en esta isla donde se encuentra el vino con la denominación de origen más antigua del mundo, Komamderia.
Es un vino especial, de variedades autóctonas, y que se obtiene después de un proceso de pasificación de la uva dejándolas secar en los tejados de las casas. Su origen se remonta a la tercera cruzada, cuando Eduardo Corazón de León, a la sazón rey de Inglaterra, casa aquí con Berenguela de Navarra en un castillo templario, o komamderia, donde se sirvió este vino. Desde entonces su elaboración básica no ha cambiado.
El Sol cae a plomo, juega con nosotros. Es un juego de todo o nada. Se enciende por la mañana y te cuece hasta el ocaso, donde te regala, por tu paciencia, las mejores puestas de sol de todo el Mediterráneo.
Un autobús enorme, claramente turístico, sirve de pantalla para ocultar a la iglesia bizantina que se encuentra al lado del castillo de Kolossi. La cubre por completo impidiendo verla. Nosotros buscamos un retal de sombra escuálida para dejar las motos, lo encontramos, de milagro, debajo de un arbusto.
Kolossi es una fortaleza de origen templario del que solo queda en pie su torre del homenaje. Es aquí donde se casó Ricardo I de Inglaterra, el del corazón de león. Camino de tierra santa, se refugia en Chipre con su flota, huyendo de una tormenta. Toma la ciudad de Limasol y se enfrenta a las fuerzas del dueño de Chipre, Isaac Conmeno, al que rinde, apropiándose de toda la isla. La orden del temple compra la isla a Ricardo. Pero antes de abandonar Chipre se casa con Berenguela de Navarra, y en su banquete se sirve el vino que cultivan los templarios.
Es un sitio para visitar. Como todo en Chipre es atractivo, pero no excelso. Es su valor histórico lo que le hace especial.
Por cierto! Es culpa de Berenguela el que hoy Chipre tenga tan alta población de gatos, al ordenar traerlos para disminuir la población de ofidios de la isla y que tanto la incomodaban.
El centro de Chipre es un macizo calizo preñado de cedros y recorrido por carreteritas de asfalto perfecto y sinuoso que juguetean entre valles y cortados. Poco a poco te acercas al cielo, al monte Olimpo. Morada de dioses caprichosos hoy desalojados por fuerzas militares que ocupan la cima. ¿Será que el Olimpo de verdad esta en Grecia?. ¿O será que los dioses antiguos han muerto?. Es cosa extraña que los dioses mueran. ¿Dónde están entonces?. Es evidente que aquí no.
Cedar Valley es un bosque infinito de cedros centenarios. Bosques surcados por sinuosas y estrechas carreteras de perfecto asfalto y escasísimo tráfico. Asciendes desde la planicie costera y te adentras en el Cedar Valley. La sombra de los cedros y la altura refrescan el ambiente. Aromas a resina, lavanda y tomillo impregnan el aire y las cigarras ocupan el mundo entero con su sonido. El sonido del silencio siempre es ruidoso aquí.
No hay nadie, el dron vuela sobre la carretera a escasa altura sin peligro alguno. Se está bien, sientes que te quedarías a disfrutar del lugar mucho más. Pero no puedes. Un viaje rápido, sin tiempo, como es este, presenta exigencias del guion que hoy nos llevan a buscar unas iglesias de origen bizantino.
Porque has de saber que en estas montañas, salpicadas de aldeas separadas entre sí por oscuras trochas, sobrevive una antigua forma de venerar al Dios de los cristianos, pequeñas capillas que no lo parecen, que ocultan su campanario despreciando torres y alardes externos. Separadas del núcleo de la aldea y que tienen aspecto de humildes chozas, pero qué esconden en su interior joyas de un brillo y un fulgor difícilmente inigualable. Son el cofre que guarda el tesoro, las mejores pinturas al fresco que podrás ver en ningún lugar de la tierra. Las principales han sido declaradas patrimonio de la humanidad. Ver Pagia Tou Araka, la capilla del arcángel San Miguel y Panagia tou Moutoulla es una obligación ineludible. En ocasiones tu mismo abres la puerta y enciendes la escuálida bombilla que las ilumina. En otras un vigilante te impide hacer fotos al mismo tiempo que te vende sus postales. Y en otras encuentras la magia y justificas tu viaje.
Alcanzas Panagia Tou Araka en medio de los montes Troodos, al pie del Medari, la segunda cumbre mas alta de Chipre. Tras aparcar la moto recorres un sendero hacia la iglesia, flanqueado por multitud de plantas aromáticas; eneldo, hierba buena, lavanda, tomillo… Todas cuantas plantas aromáticas puedas imaginar. Descendemos a la iglesia temerosos de no poder visitarla. Es tarde.
Pero ocurre, como en ocasiones, que se produce el milagro de los viajes, ese en que a veces, como en la vida, encuentras gentes con quienes de inmediato, casi de golpe, se entabla amistad. Todo se confabuló para gozar de uno de esos momentos, que por sí solo, justifica un viaje entero.
Sentado en el atrio que en forma de pasillo rodea la iglesia en el interior del edificio, en un esquina a la sombra, se encuentra una persona de enjuto cuerpo vestido íntegramente de negro y con poblada barba negra, casi invisible en la penumbra. Es una figura mínima y a la vez imponente.
Michael, nos indica que podemos entrar a la iglesia sin ningún problema y ordena a una ayudante encender las luces, también nos permite hacer fotos, pero sin flash, las que queramos. Pronto empatizamos con el. Es un hombre joven que habla un ingles perfecto, en un tono pausado y lento, sin prisa alguna. Sus ademanes son fluidos y comedidos. Australiano de origen chipriota, vive aquí desde hace solo dos años. Hace tres llegó a conocer la tierra del origen de su madre. Y se enamoro del lugar. Aquí encontró su sitio en este vasto planeta. Él, sus tres burros y sus 15 gatos, viven sometidos a una economía de autoabastecimiento; cultiva lo que come, cuida de la iglesia y de las almas de sus paisanos. Conversar con el es hinóptizante y enseguida sientes que has conectado con alguien especial, de una forma que las palabras solas son insuficientes para explicar. Hoy Panagia Tou Araka disfruta de un nuevo guardián, joven y culto, con auténtica vocación de cuidar el pasado para preservarlo al futuro. ¡De verdad!, ¡cuántas vidas caben en esta!.
Se nos ha hecho realmente tarde y corremos el riesgo de que caiga la noche mientras estamos aún lejos de la costa, no hay cobertura telefónica en estas montañas y hemos quedado con Fabián. Así que salimos tope rabioso por las carreterucas de montaña chipriota, bien asfaltadas pero sin un metro recto. Subimos y bajamos colinas camino de la orilla del mar. La pobre Royal Bullet monocilíndrica lucha con mi delicada figura y la de Eva sin desfallecer. Es cierto que no pasa de 80, pero los mantiene, casi, en las subidas. Y es cierto que no sabe lo que es frenar, así que se lo pido poco. Notas el chasis retorciéndose en las reviradas bajadas, y al escape rozando el asfalto en las curvas a derechas. Pero la motito fea cumple y nos deja en la autopista, justo en el ocaso. La llegada a Paphos es noche cerrada. Llegando a nuestro apartamento, un coche negro nos hace luces. El bueno de Fabián, preocupado por nuestra falta de noticias vino a buscarnos, sospechando que llegamos tarde por habernos dejado enredar. Nos espera una buena cena, donde comentar las vivencias del día. Uno de esos impactantes restaurantes chipriotas, auténticos y reales. Cocina mediterránea de la buena.
La gente
En las pequeñas plazas de los pequeños pueblos chipriotas, se observan escenas cotidianas que no dejan de ser curiosas, a la sombra de magnolios enormes, sentados en sillas de madera con asiento de paja, se sientan los jubilados guardando dos metros entre ellos. Al mismo tiempo, parejas maduras de ingleses toman una pinta en medio de la misma plaza. Si te fijas bien descubrirás que se forman dos grupos de jubilados que se mantienen separados el uno del otro. No se hablan. Son jubilados de sindicatos diferentes que arrastran sus diferencias al mismo tiempo que arrastran sus sillas por la plaza, buscando la sombra, al ritmo que marca el sol.
Hay dos tipos de ingleses en la isla, el turista clásico de cerveza y piel quemada al sol, al punto de la autopsia. Y el ingles “autóctono”. Cuando Chipre alcanzó su independencia en 1960, el Reino Unido se reservó la soberanía de dos bases militares y sus territorios aledaños, que son territorio británico de pleno derecho. Aunque el paso por el territorio es libre, los programas de GPS, evitan esas rutas, dado que atravesar esos territorios supone “salir al extranjero”. El británico autóctono esta plenamente adaptado a Chipre. Vive en urbanizaciones modernas que provee el gobierno de Londres, y usa las playas británicas como si estuviesen reservadas para un club privado. Las miradas que te echan cuando cruzas sus zonas de esparcimiento son similares a las de un granjero al que le pisas el maizal.
El gobierno de Chipre solo controla dos tercios de la isla, el tercio norte, la República Turca del Norte de Chipre, es un estado de facto pero de no jiure, solo reconocido por Turquía y separado de la zona greco-chipriota por fuerzas de paz de la ONU. El ingreso en la isla por el norte de Chipre es considerado ilegal por la Union Europea.
La línea verde de pacificación atraviesa Nicosia y se alarga de un extremo al otro de la isla.
Llegas a Nicosia por una avenida que baja hacia el valle donde esta la ciudad, en linea recta. Y allá al frente, en el lado turco, una bandera turco-chipriota construida en el suelo con un mosaico de piedras, ocupa una colina entera. Es imposible no verla desde el lado griego. Esta siempre ahí, omnipresente. El lado griego responde con una base militar en su propia colina. Son como dos niños haciéndose burla perpetua en un patio de colegio.
En las antiguas y pétreas murallas venecianas de Nicosia ves la bandera turco-chipriota a un lado y la greco-chipriota al otro. Son murallas imponentes, que en su base son protegidas por alambre de espino, cuyo objetivo parece ser remarcar el “esto es mío, no lo toques”, y que parecen una defensa ridícula de semejante muralla. Aparcamos la motos al pie de ese alambre y recorremos el barrio fronterizo. Paseas por una calle comercial y ves que un muro de bidones rellenos de hormigón la bloquean de repente, siguiendo una linea caprichosa que divide casas y barrios. El paso al otro lado solo es posible con un test de PCR reciente, algo que no tenemos, por lo que no cruzamos al lado turco***.
Por cierto. Un referéndum por la reunificación realizado en el 2004 fue rechazado por el 76% de los greco-chipriotas. Literalmente, no pueden ni verse.
Nicosia no merece la pena para el viajero, excepto por la linea verde y sus fuerzas de paz de la ONU, y el paso al lado turco para observar el drástico cambio económico y cultural que ello conlleva.
Chipre se deja ver con cariño. Su costa esta repleta de historia y calas hermosas. Recorres sus montañas al escapar del calor del mar, y viajas a la sombra de cedros centenarios. Sus capillas bizantinas son diamantes ocultos esperando ser descubiertos. La gente de las aldeas es simplemente amable, y parece feliz en este tiempo de vendimia. Es fácil que te alcance el espejismo de que las gentes aquí son felices, y que tu también podrías serlo.
No hay puestas de sol más hinóptizantes que estas, y su comida es una auténtica mezcla de Grecia y Asia.
Chipre no tiene nada y lo tiene todo. Nada brilla de forma explosiva, como lo hacen los fuegos artificiales, sino que todo es suavemente bello.
Pienso que Chipre es Grecia concentrada. Menos sensacional, menos radiante. Pero lo tiene todo sin alardear de nada.
Cavafis escribió que, cuando no hay nada que decir, hay que dejar que hable el silencio. Y es cierto que el silencio habla en la isla de Chipre.
PS: El avión nos deposita en Vigo, al otro lado del espejo. Fue un largo viaje y estamos cansados. Rescatamos nuestro vehículo para dirigirnos a casa.
Cuidado!! Por la derecha!, aquí se conduce por la derecha!.
Francisco Guitián Lema y Eva Menduíña Barreiro. Poio-Septiembre 2021
Notas.
- Alicia Sornosa, la primera mujer hispana en dar la vuelta al mundo en moto en solitario. Periodista, escritora y viajera. Escribió “360 grados: una mujer, una moto y el mundo”. Puedes seguirla en aliciasornosa.com
- * Fabian C Barrio. Con C de Constantino. Escritor, viajero y últimamente, Sísifo rebelado. Dio la vuelta al mundo entre 2010 y 2012 en una moto llamada Fefa. Alcanzó cierta notoriedad con su libro “salí a dar una vuelta”, una joya hoy descatalogada. Actualmente está exiliado en Chipre. Puedes seguir sus ocurrencias en fabiancbarrio.com y penurias.com.
- * * La norma ha cambiado desde el día 27 de septiembre, en que se acepta el pasaporte covid de la UE.