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A las puertas. La Ruta Hami-Korla

 

La salida desde Hami se retrasa por el especial horario del que hacen gala en la región, adaptándose a la verdadera hora solar. No se desayuna hasta las 8 de la mañana. Eso nos coloca en la carretera más allá de las 9.

Cuando por fin arrancamos, el grupo se para. Hemos andado 5 metros y la moto de Ramón está sin aire en la rueda delantera. No encontramos orificio por el que se pierda aire, pero tiene un ligero llantazo que debe ser la causa. Hinchamos, arrancamos y pararemos a repostar.

 El Frente Rebelde de Liberación Motera

Con la crisis neumática de Ramón resuelta y el grupo reagrupado, nos enfrentamos al siguiente desafío: el ritual de la gasolina.

Para repostar hay que entrar en una gasolinera, eso lo sabemos todos, pero en esta provincia rebelde las gasolineras son fortines. Están cerradas con una barrera que solo se abre previa identificación y escaneo facial. Además nos dicen que debemos entrar con el motor de la moto apagado, que es muy peligroso. Una moto solo es admisible si está apagada.

En ese momento constituimos el Frente Rebelde de Liberación Motera (FRLM), exigimos los mismos derechos que los camiones de 6 ejes. ¡Esos no entran siendo empujados! ¡Coño!

Así que haciendo caso omiso arranco la moto y me planto en el surtidor. Excepto Pepe, nuestro guía chino, que empuja su moto con una sonrisa en la cara, todos hacemos lo mismo. Creo que a Pepe le gustaría rebelarse, un poquito, al menos, pero no se atreve.

La rueda delantera de Ramón sigue en su sitio y con aire a una presión adecuada, que medimos técnica y precisamente con una patadita al neumático. Le damos, por si acaso instrucciones técnicas a Ramón de cómo actuar si la rueda delantera se queda sin aire «tú, si notas que la moto no gira, tírate». Técnica que comprende perfectamente.

Todo OK

Juegos de niños con la Policía China

Entramos con los depósitos llenos a la autopista que debería depositarnos sin contratiempos en la ciudad de Turpan. Escogemos autopista porque no hay nada en la ruta que merezca la pena y la autopista, de peaje, permite a las motos que se cuelan esquivando la barrera, es una opción rápida y segura. A veces la funcionaria de la garita de peaje, la garitera, asoma medio cuerpo por el ventanuco de pago agitando manos y cabeza mientras grita no sé qué en chino.

Como somos ancianos no escuchamos bien y seguimos avanzando.

La región rebelde de Xinjiang está sometida a un férreo control policial. Los controles se sitúan en todas las rutas principales y secundarias. Y consisten en que todo el mundo, sea quien sea, se para, se identifica, se deja escanear, y si la policía lo permite, sigue viaje.

En el primer control que nos paran, tras revisar los pasaportes, hacernos unas fotos con ellos en el pecho, de frente y de perfil, el policía a cargo dice que Eva no puede viajar en la moto. No se permiten dos pasajeros en vehículo tan peligroso.

De morirse, que solo se muera uno.

Por su seguridad, insiste el policía. Según parece, hace un tiempo, un motorista tuvo un accidente en esta misma vía, a 500 metros de aquí mismo, oiga usted. ¡E iban 2 en la moto!

Así que nunca más, es así y punto. El politburó del partido no admite réplica ni da lugar a discusión ni razonamiento alguno sobre materia tan sensible.

Le doy las gracias en todos los idiomas que consigo articular, con una de mis sonrisas más agradables digna del más cruel comeniños, mientras le transmito mis mejores deseos para su santa madre, la de su superior y así hasta el último eslabón de la cadena de mando hacia arriba. Recuerdos que extiendo hasta la quinta generación de cada uno, por supuesto.

Pero somos rebeldes, y estamos en una provincia rebelde, y a los 500 metros Eva se baja del coche y se sube de nuevo a la moto. ¡Que se fastidien estos ñoños! ¡Hemos ganado! Por lo menos hasta el siguiente control, en que se repite la escena. Eva se baja y se sube al coche de nuevo.

Están locos estos romanos, diría Asterix.

La Sartén de Alá

Cansados de tanto control absurdo y tanta norma china, vamos bajando poco a poco hacia la depresión que es Turpan, uno de los últimos oasis antes del Apocalipsis prometido. Este es el lugar más bajo de China.

Turpan está a 154 m bajo el nivel del mar, y eso la convierte en un horno. En la sartén donde Alá, el que todo lo ve y todo lo oye, nos cuece con su aliento, lentamente. Nos deshidrata y nos seca el cerebro. Me aplana y me deja sin reflejos.

A pesar de ello, en esta ciudad sartén hay cosas que ver, fascinantes en su mayoría. Son famosos sus sistemas de regadío que, obteniendo el agua de las sempiternas montañas de Tian Shan, la canalizan subterráneamente desde hace más de 2000 años, con pozos de registro cada pocos centenares de metros. Es una tecnología hidrológica que no tiene mucho que envidiar a la romana de la misma época.

Con este sistema de regadío la región es famosa por sus viñedos y huertas. El verde es el color dominante. Gobierna sobre el amarillo y el ocre de sus secas colinas.

Cerca de ella está la antigua ciudad abandonada de Gaochang que llegó a tener casi 700.000 habitantes, nutriéndose del sudor y sacrificio de las caravanas. Hoy sus murallas de adobe parecen haberse derretido como la cera al calor del desierto. Merece una visita, que esta vez fue sin fuegos de artificio ni atracciones circenses, al natural. Resultó un lugar evocador.

La cena con vino local redondea la jornada al frescor de un estupendo aire acondicionado made in China.

La Puerta de Hierro

La siguiente etapa de este peregrinar histórico por la ruta de la seda es Korla. Este tramo representa una de las etapas más fascinantes de la ruta, y es la entrada a los últimos oasis antes de acceder al desierto de Taklamakán. Sus aproximadamente 460 km atraviesan la región de Xinjiang conectando los dos oasis más vitales en este corazón de Asia Central.

El punto inicial, Turpan, la sartén de Alá con sus 154 metros bajo el nivel del mar, contrasta dramáticamente con Korla, casi en las laderas del Tian Shan, las montañas celestiales, al norte del desierto.

El camino está salpimentado de paisajes extraordinarios. Desde campos de viñedos y algodón, pasando por las áridas extensiones pedregosas de la cola del Gobi oriental. Cañones rocosos que trepan, con curvas aterciopeladas, por las paredes de la depresión de Turpan hacia el paso de la Puerta de Hierro, que forma parte de los aledaños de las montañas celestiales. El paso se hace siguiendo el cañón labrado por un curso de agua innominado, escalando las laderas con curvas y contracurvas, donde los camiones, enormes y sobrecargados, vomitan volutas de humo negro intentando trepar la pendiente. Lenta y agónicamente. Nosotros nos divertimos trazando con nuestras motos un divertido zig-zag entre ellos y la montaña.

Resulta un lugar apropiado para emboscadas, lo que dio lugar a que se convirtiera en un punto de defensa específico de la ruta. Notas el frescor que se adquiere en la subida, mientras escapas de la sartén en que Alá, el que todo lo ve y todo lo oye, intentó cocinarte. Y piensas en los miles de comerciantes que a pie, en caravanas más o menos amplias, se jugaron vidas y haciendas apostando todo a la fortuna de cruzar este peligroso paso.

Es curioso el nombre. A miles de leguas de aquí existe otro punto del mismo nombre, en el Danubio. Allí estaban las puertas de hierro que cerraban el paso hacia a la Dacia al imperio romano. Parece que los humanos, separados por continentes y milenios, coincidimos en llamar «de hierro» a aquellos lugares donde la geografía se vuelve implacable y solo los más tenaces pueden pasar.

Cuando por fin sobrepasas el desfiladero, y bajas suavemente la ladera del lado sur, observas como vuelven, poco a poco, dunas de arena que son los últimos coletazos del Gobi.

Ya estamos cerca.

Donante de Órganos

La ruta, hermosa sin perder su dureza, se adereza además por averías mecánicas no previstas en el guión. Si ayer fueron los policías y las gasolineras los creadores de anécdota, hoy fue la mecánica.

La moto de Dani, celosa de ser la única monocilíndrica del grupo, ha decidido pararse sin dar explicación alguna al poco de empezar la jornada desde Turpan, pero ya la conocemos, sabemos de sus caprichos. Hizo lo mismo, la muy histérica, hace un año, cruzando Kazajistán. Es el regulador del alternador, la pieza que se encarga de nutrir a la batería con electricidad constante y de calidad. Está muerta.

No queda otra que subirla al remolque del coche escoba. Alguien debe acompañar a la averiada en el destierro sobre ruedas. Ricard se ofrece amablemente al sacrificio y le da a Dani las llaves de su moto. Él se subirá al coche escoba y dejará que sea Dani el que disfrute conduciendo bajo el sol atravesando las puertas de hierro.

En Korla, Sabrina, haciendo magia con su teléfono móvil y la ayuda de Pepe, encuentra un taller de motos, regentado por tres chavales que parecen sacados de una película de japoneses, por su estética manga. Dejan herramientas a Pepe y a Gong y nosotros, que no hablamos chino, les hacemos entender que el problema, seguramente, es esa pieza traidora que se esconde tapada por el carenado derecho. Pronto se comprueba que la pieza está fundida. No funciona.

Seremos viejos y seremos rebeldes, pero tenemos suerte. Justo en ese taller hay una moto que sirve de donante de órganos, y tiene un regulador igualito.

Se le extrae, se le quita el polvo y las telarañas, se comprueba que no contenga un nido de hormigas ni alacranes escondidos y se cambia en un plis junto a una batería nueva.

Y ya que estamos, Pepe manifiesta su opinión de que debo cambiar la cadena de mi moto, que está en las últimas. Tiene razón, lo está, pero lleva estándolo desde antes de llegar a Kazajistán, y ni la moto ni yo nos hemos quejado.

Pero está intranquilo, se siente responsable. Y contagia esa intranquilidad, así que aprovechando que el mismo taller tiene una cadena de las mismas características, los rapaces nos la llevan al hotel y allí en la calle misma, se hace el recambio. Es un street mechanic service. El street food de nuestra moto.

3 Comments

  • Ferreira
    Posted 6 de julio de 2025 at 19:47

    Se acumulan las anécdotas del viaje, compré libreta para anotar las numerosas anécdotas y con una estrella Galicia delante, recordarlas y escuchar que algo queda en el tintero. Abrazo

    Responder
  • Pepe
    Posted 6 de julio de 2025 at 11:48

    Y añado: ¡qué pintoresco!!!

    Responder
  • Pepe
    Posted 6 de julio de 2025 at 11:48

    Maravilloso!!!

    Responder

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