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Guanxi (关系)

Guanxi (关系)

El guanxi (关系) es algo intangible. Es algo que no se puede comprar, pero que consigues tras años de cultivo leal en las relaciones personales. Es como una cadena de favores basada en el honor y el respeto. Implica toda una red de relaciones cultivadas con el tiempo, basadas en la confianza, reciprocidad y lealtad. En la cultura china, el guanxi es fundamental para el éxito personal y profesional, representa un aspecto importante de cómo funcionan las interacciones sociales y los negocios en esa sociedad. El guanxi opera en una zona gris. No se trata necesariamente de corrupción o soborno, sino más bien de un sistema de reciprocidad y confianza mutua profundamente arraigado en la cultura china. Las personas con buen guanxi pueden lograr que las puertas se abran donde otros encontrarían muros, pero esto viene con la expectativa implícita de que en algún momento se devolverán los favores recibidos.

Si tienes acceso a guanxi en China, todo se engrasa y se mueve fácil.

Y tenemos guanxi. Ricard tiene guanxi y nos lo ha prestado.

Lo que era imposible parece que toma forma. Vamos a completar la Ruta de la Seda. Toda.

Si completamos el viaje de este año habremos recorrido toda la ruta, desde la Serenísima República, hasta las puertas mismas del palacio imperial del Emperador de la China. No de un tirón, claro. Pero es que ni siquiera Marco Polo lo hizo de una tacada.

Hemos formado un grupito. En él está Ricard, con su guanxi y su enorme experiencia China. Está Ramón, nuestro veterano y tranquilo amigo, alpinista eterno y urdidor de sueños. Está Daniel, por supuesto, nuestro compañero kirguís y mongol. Con él, Eva y yo abordaremos China por la Mongolia Interior. A un paso de Beijing. Desde allí, por resumir, iniciaremos ruta este por el norte de China, hasta el Taklamakan, el lugar del que nunca se regresa, según su nombre. Lo cruzaremos hacia el sur para luego virar hacia el cruce de caminos que es Kashgar. Y ya desde ahí, gracias al guanxi, entrar en Kirguistán por el mítico paso del Torugart.

Este fin de semana nos hemos conectado todos desde diferentes lugares del planeta. Nuestra variopinta comunidad es de todo menos tranquila. Desde Yakarta se conectó Ricard. Desde Shanghai lo hizo Sabrina. Daniel se conectó desde Suiza, Ramón desde la capital de las Españas y nosotros desde nuestra base de Poio. Es un variopinto y ecléctico grupo el nuestro.

La cosa quedó encauzada, con los términos y condiciones aprobadas por unanimidad. La documentación necesaria está ya enviada a China y ahora solo queda esperar a que el guanxi  haga su magia y engrase todo de forma lustrosa, limpia y bien enfocada.

La ruta nos llevará, si el guanxi es de los buenos, por las praderas de la Mongolia Interior hacia el desierto de Kubuqi. De ahí a la ciudad musulmana de Yinchuan. Nos desviaremos un poco para ver la espectacular policromía de las montañas de Zhangye. Cruzaremos al fin la puerta occidental de la Gran Muralla por la fortaleza de Jiayuguan, donde dicen que el general Feng Sheng despidió a los exiliados durante la dinastía Ming con un sarcástico ‘que tengas un buen viaje, ya que nunca regresarás’. 

Ya fuera de la antigua China imperial, un pequeño desvío nos pondrá a las puertas de las cuevas de Mogao, donde el monje Wang Yuanlu descubrió la ‘Biblioteca de la Cueva’ con más de 50.000 manuscritos que habían permanecido sellados durante mil años, tesoros documentales que viajeros anónimos transportaron a lo largo de la Ruta de la Seda durante siglos. 

Si el tiempo acompaña, saciaremos nuestra sed en el oasis de Yueyaquan antes de salir hacia Turpán, que nos esperará con su depresión y las fascinantes montañas flameantes. 

Urumchi y su lago celestial harán de anfitriones antes de internarnos en el siempre enigmático y peligroso Taklamakan, donde el cielo estrellado será nuestro techo por las noches.

Niya nos sacará del desierto hacia Kashgar, donde cada domingo el Bazar se despliega en todo su caótico esplendor como lo ha hecho durante más de 2000 años. Aquí, bajo el mismo cielo que presenció las negociaciones de mercaderes sogdianos y comerciantes de la dinastía Tang, nos perderemos entre los puestos de sombreros doppa bordados, las montañas de especias que marcan el final del territorio chino y el inicio de los aromas de Asia Central, y los rostros uigures que reflejan el cruce genético de civilizaciones. Imagino el mercado de ganado en las afueras, prácticamente sin cambios desde tiempos de Genghis Khan,  mostrandonos escenas que parecen extraídas de otro siglo: comerciantes tanteando los dientes de ovejas de cola gorda, probando la leche de yeguas, y cerrando tratos con el mismo apretón de manos que usaron sus ancestros, después de haberlas escupido convenientemente; que no es cosa buena perder las tradiciones.

Seguro que en este lugar, donde las rutas norte y sur de la Seda convergían, el eco de las antiguas caravanas resuena todavía en cada regateo.

Por último, desde Kashgar cruzaremos a Kirguistán por el paso de Torugart, el paso fantasma de la época soviética, pero que era paso crucial para las caravanas de la Ruta de la Seda. Es sabido que el paso ofrece algunos de los paisajes más impresionantes de Asia Central, con vistas panorámicas de montañas gigantes como dioses, valles alpinos vertiginosamente profundos y lagos de alta montaña como el Chatyr-Kul, un lago salino ubicado cerca del paso. Situado a aproximadamente 3.530 metros sobre el nivel del mar, es uno de los lagos alpinos más elevados de toda Asia Central. Su nombre «Chatyr-Kul» significa «lago celestial” en kirguís. Este paso es una transición dramática no solo entre países sino entre mundos culturales: de la cultura china al mundo de las tradiciones nómadas kirguisas.

De ahí a pernoctar en el caravansar de «Tash Rabat”. Tash Rabat significa literalmente «posada de piedra». Una parada inevitable de la Ruta de la Seda. Aunque ya lo conocemos de nuestra primera experiencia kirguís, su magia lo convierte en un imprescindible.

El sueño está en marcha. Ahora solo queda ajustarlo todo, enlazarlo bien y empaquetarlo para que no se pierda.

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