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La madre de las concentraciones invernales se llamaba pingüinos.  Y nació de la mano de Mario Parellada.  Allá por los lejanos años 80. 

 Fueron buenos los años 80, los mejores grupos de rock triunfaron en ellos.. la democracia era fresca y el estado controlaba poco, aun no sabía cómo hacerlo. Las motos japonesas eran como naves espaciales a nuestros ojos y la comunidad motera era joven, las carreteras eran libres en toda su extensión. Los radares eran solo una amenaza futura y las hipermotos que rozaban los 300 km hora eran el sueño de nuestros años mozos.  Jugamos al gato y al ratón con la benemérita y cruzar España para llegar a Tordesillas en pleno invierno era una autentica aventura. La nieve era la norma y la sal no era habitual en las carreteras, ni las quitanieves se veían. 

 Eran otros tiempos, motos de más de 150 cv (esas XX, Esas EXUP, esas locuras de motores con chasis de alambre…), no tenías control de tracción ni sabias que era el ABS. Solo la experiencia permitía llegar a destino sobre carreteras heladas que se cruzaban a toda velocidad envueltos en plástico.  Se formó ahí una especie de selección natural que no todos pasaron ilesos.

 Luego vinieron otros tiempos.  Los viejos trajes Garibaldi reforzados con periódicos dieron lugar al Gore Tex y al Thinsulate. Las viejas motos con carburadores de tiro directo se hicieron de inyección y con una conducción más progresiva, sin ese chute extra de adrenalina que da un buen carburador cuando las RPM se ajustan adecuadamente.  Apareció la electrónica con sus controles de tracción, sus ABS y sus puños calefactables. 

 La sal inundó nuestras carreteras y los radares, comprados al por mayor por la guardia civil, jalonaron nuestras rutas. ¡Hasta helicópteros compraron para seguirnos! 

 Y con todo esto Pingüinos murió, de éxito primero, que fue usado por los ecologistas para sacar la concentración de Tordesillas. Luego problemas con Valladolid capital y problemas internos en la propia organización hizo que tres concentraciones invernales coincidan en el tiempo en un espacio comprimido. 

 Pingüinos existe como tal, con el mismo nombre, un miembro corrupto de la directiva se quedó con el nombre y se deshizo de los veteranos.  El Ayuntamiento de Valladolid acoge a Pingüinos. Tordesillas organiza otra concentración que se llama Motauros y los originales… bueno los originales, los padres fundadores, cambiaron de nombre y se alejaron de las malas influencias. Crearon la Leyenda Continua y se exiliaron a Cantalejo. 

 Así como Pingüinos derivó en una masiva concentración donde el macarrismo tiene espacio, y Motauros es un pálido reflejo de lo que en su día fue la concentración de Tordesillas. La Leyenda pretende mantener el espíritu indómito de los viejos roqueros, aquellos forjados sobre hierros de los años 80, que vestían con Garibaldis elegantes pero que dejaban pasar todo el frio que afuera hubiese. 

 Es esta una concentración tranquila, el record este año fue de 12.800 y pico asistentes (inscritos) y si observas las hogueras ves barbas blancas y chalecos enlucidos con multitud de insignias. Viejas y nuevas motos. Hogueras con olor a humo y asados.  Escucharás charlas de amigos que se reencuentran y abrazos de hermanos, que aprovechan la ocasión para encontrarse de nuevo. Verás también que ya van clareando las líneas, faltan antiguos guerreros que ya no volverán (¿verdad, Tino?).  Y verás también que el relevo es lento. Los jóvenes son atraídos por los cantos de sirena de Pingüinos y Motauros, donde el quemar rueda y el corte de encendido sigue siendo bien visto. Aquí no, no hace falta prohibirlo, pero caballitos, quemadas de rueda y cortes de encendido no se estilan en estas hogueras. 

Es una guardería de personas con más o menos pelo blanco.

Es un ambiente calmo, solo roto por los conciertos de rock y por risas quedas y charlas francas. El humo de las hogueras proporciona una atmósfera irreal en el pinar y sientes que este es tu sitio.

El relevo viene del boca a boca y de los que abren los ojos y se percatan de que Pingüinos no es lo que buscan. Oyen hablar de este pinar escondido y vienen. Es un relevo lento.

¿La ruta?, bueno, ya que lo preguntas, la ruta ya no es lo que era. Las motos actuales pueden con todo con una seguridad que antes no pensabas que existiese. Te fías de su control de tracción y su ABS, tu casco cierra y protege del frio y del agua y los trajes modernos ya no necesitan periódicos. La carretera es una larga autovía con todos los servicios. Ya no es el placer de la ruta lo que te mueve. Es el ver a tu gente lo que te motiva. Llegas y llamas a los de siempre o los buscas con la mirada. Preguntas por unos y otros. Quien vino y quién no. Como te fue la vida el año pasado. Lorenzo, Quique, Eusebio, Suso, Juan, Josin… y tantos otros. Por ser ni es necesario ir en moto, aunque se agradece. A nadie le importa si vienes en tu coche. Siempre que vengas. 

 Es el espíritu de La Leyenda lo que nos mueve aquí. 

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