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Pamir. Tornillos rotos, asfixia y la cabra de Marco Polo.

Después de pernoctar en Dusambé, iniciamos nuestro camino hacia la Pamir, por el territorio autónomo de Gorno Badakhshan. Para entrar necesitas un permiso especial llamado GBAO, que nos tramitó nuestro contacto Ibhrahim. Nada mas entrar notamos que el trafico, desquiciante y demente de los tayikos, desaparece, y que la carretera mejora ostensiblemente. Desaparece el trafico y vemos al otro lado del rio Pyandzh, Afganistan.Pensábamos que hoy haría frio, pero el calor  hace su trabajo esforzándose igual que todos estos días. Conseguimos alojarnos, por intermediación de Ibrahim en el único hotel decente de Kalaikhum. La habitación es enorme, el cuarto de baño sin embargo es enano. Y además su puerta está algo torcida por lo que se cierra sola, si te estas lavando los dientes, la manilla de la puerta se te mete en la raja del culo. ¿Cuántos culos abra tocado esa manilla?, piensas filosóficamente mientras te cepillas los dientes.

El aire acondicionado no funciona, solo es un aire soplado, y la habitación es un horno. Viene un técnico, saca los filtros, los limpia y dice que ya. Pero es un ya agónico, hereje. Enfría, pero poco. Además el hombre de recepción nos advierte que la carretera  a Khorog esta en obras, y que cierra de 7 a 12. Tendremos que madrugar.

Arrancamos a la 3 y media de la mañana por una carretera oscura como el corazón de un envidioso. La moto hace lo que puede para enseñarnos el camino, pero pronto deja de haber camino, entramos en la zona de obras, que dura 90 km que son un autentico infierno. Parece que la Moyale va dejando primas de zumosol por todo el centro asiático. La moto es una batidora, la velocidad media cae por debajo de 25. El pale ondule es bienvenido al compararlo con el resto  del parque de atracciones que ofrece el camino. Piedras sueltas y afiladas como cuchillos. Polvo de 30 cm de profundidad, arena, cortados imposibles fruto de las explosiones de la obra. Fosas de agua que no tienen fondo y calan nuestros pies por encima de las botas, la moto salta con el gas abierto sobre las piedras, los monstruos o lo que diablos forme la base de esa fosa de las Marianas. El rio, omnipresente siempre, justo a nuestra derecha, nos dice rugiendo que no nos equivoquemos, que el también tiene ganas de jugar con nosotros. Poco a poco empieza a clarear y a las 5 es día. Aun así nos deshacemos, por los pelos de los famosos 90km de la muerte, casi 4 horas nos llevó.

Pero no se acaba, el resto de la ruta hasta Khorog es asfalto roto que agota nuestra paciencia, vapulea nuestros cansados cuerpos y desguaza, poco a poco la moto. El castigo es máximo.

Encontramos, al tercer intento un hotelito que nos convence. El primero no tenia baño privado y estaba a las afueras, el segundo intentó timarnos y el tercero nos sirvió. Es temprano así que repasamos moto. Faltan dos tornillos de los que sujetan la estructura de las maletas y otros están flojos. Reaprieto todo lo que se me ocurre, consigo tuercas de repuesto y hago soldadura química en algún sitio, Engrase y tensado.

“¡Ayyyy, venir a Pamir, la Pamir es muy boniiita!», nos dijo alguien que conozco. Veras como se lo cuento cuando nos volvamos a encontrar.

Nos confirman que el paso fronterizo esta cerrado de toda cerrazón, así que debemos volver por el mismo sitio, algo que, sinceramente, me quita el sueño. Así que hemos decidido descansar y bajarnos de la moto. Saudé, resulta un guía estupendo, culto, amigable, buen compañero y profundo conocedor de la ruta. Gracias a él conocemos sitios que no salen en las guías, probamos platos que no se nos ocurriría, comiendo en sitios a los cuales ni miraríamos, y nos enseña rincones absolutamente alejados de las guías y del escaso turismo que por aquí se mueve.

En el paso de Ak-Baital de 4.655 metros, ya noto que nos falta un poquito el aire. En el control militar encontramos, averiado, un Toyota holandés que pertenece a dos chicas. Les vendieron gasoil del malo, su coche no anda. Les ayudamos, por intermediación de Saudé, que sabe lo que hace, a conseguir un mecánico local que se acercara a ese extraño fin del mundo. Tardara tres horas,  puede que cinco, quizá mas.

Y allí quedaron las dos rapazas, a esperar tres horas, puede que cinco, quizá mas. Y confiar en que su Toyota tenga arreglo allí mismo. La alternativa del remolque, por esa trocha, no es viable. O se arregla ahí o hasta luego Lucas.

Ante nosotros se desgranan, cada vez con mayor untuosidad, paisajes que parecen pertenecer a otro planeta. A Marte, seguramente. Las montañas a tu alrededor son altas como dioses, elevándose desde donde estas a alturas imposibles, escalando el cielo. Y desmoronando su ser sobre los mortales en deslaves de piedras enormes. Parecen azucarillos deshaciéndose al mojarse en una taza de té. En esos enormes deslaves ves que los afganos han cercado campos de cultivo, raquíticos, mínimos, superfluos. Destinados a perecer a medida que se disuelve la montaña.

 

El camino por el que vamos corre la misma suerte. Por tramos ves que se han rehecho los destrozos del duro invierno. Reatas de burros acarrean mercancías anónimas que tienen aroma a amapola afgana. Por aquí pasan la mayoría de las toneladas de heroína que se consumen en el planeta.

Y así, a lo tonto, buscado aire en cada bocanada, va pasando el día.

Hoy dormimos en el pueblo del lago Alichur, en un pueblo sin electricidad, ni cobertura telefónica. Es un poblado mínimo, de casas de adobe y yurtas no dedicadas a turistas, calles de polvo que hacen remolinos en el viento de la tarde y donde niños y terneros corretean entre los chabolos con igual alegría. La basura se quema en una especie de plaza casi en medio del pueblo, y los lugareños, ociosos, se dedican a recoger boñigas secas de vaca para amasarlas y hacer ladrillos de adobe o para secarlas y encender la chimenea. Que es buena cosa una estufa encendida a estas alturas. Pero no nos engañemos, la realidad es que si existe un culo del mundo es este. Y nosotros estamos en el mismo ojete.

El dueño de la casa de huéspedes que nos tocó en suerte  (esa denominación no lo toméis en serio, es un eufemismo) es un hombre enjuto, muy delgado, ligeramente encorvado y de mirada picara y nariz aguileña. Me ofrece su mano sucia, tope rabioso, de una mezcla de polvo, boñiga de vaca y babas propias. Su mano es larga como una zarpa, con dedos como sarmientos. Le acepto el saludo con un fuerte apretón y una sonrisa como si estuviese saludando a mister Proper, mientras pienso “a ver donde lavo yo la mano ahora”, que eso aquí no se estila, y si lo pregunto a lo mejor se ofende y nos asesina por la noche.

La casa de huéspedes tiene la típica estampa de las habituales por estas latitudes olvidadas. Destartalada, con puertas y ventanas mal encajadas, suelo cubierto con alfombras multicolores sin orden ni concierto, y habitaciones con muchas camas a cuál mas dura. Te ofrecen mantas pero no sabanas, ni toallas, ni papel del culo. Es evidente que las mantas no se han lavado desde hace siglos, no hay agua corriente, ni siquiera en el aguamanil que debería ofrecerla. El baño esta afuera, al lado de la yurta dónde duerme el dueño en el suelo. Está orgulloso de su baño, tiene cisterna y no es un agujero con una tabla. Creo entender que es el único del pueblo que tiene semejante lujo. Pero la cisterna no funciona. Se dará cuenta a la mañana siguiente, cuando vea el regalo. Consistente en el único tronco en varios kilómetros a la redonda.

La cena consiste en una supuesta sopa de cabra de Marco Polo. Carne durísima que se comió el perro de la casa con discreción perruna. Y pescado de rio frito, aceitoso, puede que lo frieran en grasa de yak. Ya intuyes que si comes mas de un trozo pasaras mala noche. Se come con las manos que luego limpias con unas servilletas ridículas que parecen estar racionadas, ¿dije ya que no hay agua?, pues eso, te jodes, no haber venido. ¡Esto es así y punto!.

¡Pero  aaamigo! ¡tiene chuches por toda la mesa! Un montón de chuches. Esa parece ser la idea que tienen de nosotros, ¡chuches, dales chuches y veras que contentos se van a la cama!. Y razón tiene, hacemos acopio de unas galletitas de Milka con chocolate envasadas en fabrica. Eso no mata.

El pueblo tiene la fama de ser uno de los mas fríos del planeta. Hasta 64º bajo cero llegaron a registrase. Y frio pasamos, vive dios. Entre eso, la cama de cemento, y que era difícil respirar pausado a 4000 y algo metros de altura que estábamos, ¿pues que queréis que os diga?, no fue una noche hermosa, para que os voy a engañar.

El lago Alichul, muy guapo, eso si, además por la zona hay un par de fuentes termales y un géiser. Merece la pena  verlo si tienes ocasión, pero duerme en otro sitio, o directamente en el suelo en mitad de la estepa abrigado con toxos. No puede ser peor.

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3 Comments

  • Fabian
    Posted 8 de julio de 2023 at 15:24

    Tiene pinta de que os lo estáis pasando de fábula. Eviña debe estar en la jloria.

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    • Post Author
      Pako G.
      Posted 9 de julio de 2023 at 01:31

      Eviña en la jloria, lo que se dice jloria, no se si esta. Pero duerme de un tirón toda las noches. Miña pobre!

      Responder
  • Paula
    Posted 6 de julio de 2023 at 14:22

    Ay! Estais empezando a angustiarme! Un viaje duro e increíble.

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