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FEFA, la Leyenda restaurada.

“Cuando recortamos el carenado y encajamos el depósito, el cabestrante y las defensas, cuando las maletas ocuparon el lugar acopladas al culo de la moto, y contemple el efecto, surgió entre mis labios una sola palabra . FEFA”. (Fabián C. Barrio, Salí a dar una vuelta)


Para Fabián Barrio, Fefa era su tía abuela favorita. Una mujer ruda, de campo, dura, noble y de corazón inmenso. Pero con un cuerpo deformado y contrahecho tallado malamente por la polio. Y esa moto era como ella.

Fefa! No cabía mejor nombre.

 

Para nosotros Fefa es “La Fefa”, la moto que usó Fabián en aquella lejana vuelta al mundo en 2010 que nos enamoró profundamente. Para nosotros Fabián es un referente, fue el catalizador que nos hizo entender que no estábamos locos y nos explicó porqué no lo estábamos.

En aquellos lejanos años Eva y yo iniciamos una búsqueda de viajeros por las redes, ya nos había picado el bicho de los viajes largos, pero no encontrábamos gente afín a nuestras ansias viajeras, con quien compartir experiencias y aprender cosas nuevas. Esa gente que gusta de viajar sin rumbo.

En nuestra búsqueda encontramos a una serie de viajeros, la mayoría de origen alemán o británico, pero entre todos ellos destacó uno de forma inmediata. Ese fue Fabián, que acababa de iniciar su particular vuelta.

Fue un buen año ese 2010, fue el año de Avatar, del campeonato del mundo para España, el año en que se rescataron los 33 mineros chilenos y el año en que Fabián salió a dar una vuelta. El blog que creó y sobre el que luego basaría su libro era adictivo. Sus videos, publicados en Daily Motion eran una delicia de espontaneidad y capacidad de resumen. ¿Se puede resumir África en 4 minutos? El lo hacia. ¿Cómo puedes describir unas sensaciones y hacerlas casi físicas? El lo conseguía. Reconozco que nos enganchó profundamente. Observamos como espectadores en la distancia los cambios que sufría Fefa, su metamorfosis. Su depósito pakistaní, sus maletas panameñas, sus máscaras africanas. Y así Fefa pasó a formar parte de nuestro imaginario viajero, era un ser vivo más de ese viaje a dúo. Eran dos: Fabián y Fefa.

Luego vinieron otros; Alicia, Charly, Fer y Almu con su Ktm, Polo, Mr Hicks, el Búfalo…. Incluso el gato silvestre rondó por la cocina.

Pero Fabián fue el primero de todos para nosotros.

La Fefa es una anciana que envejeció mal. El maltrato de la vuelta al mundo la envió al cuarto oscuro donde se guardan las cosas viejas que no te atreves a tirar, justo al lado de las escobas. Allí estuvo hasta que fue rescatada y sometida a una reparación rápida antes de embarcarse en la aventura Mainumbi, la última de Fabián.

Al acabar ese viaje la moto volvió a España, y Fabián la sorteó a beneficio de la ONG CESAL. Recuerdo haber comprado casi la mitad de los boletos. Ya por entonces Fabián y nosotros habíamos entablado una amistad que aún hoy perdura. No nos tocó. Pero poco después Fabián me cuenta que el afortunado ganador no quería la moto, así que Fefa volvió a esconderse en su cuarto, al fondo del garaje, ganando polvo mientras se desinchaban sus ruedas. Y mientras esto ocurría, Fabián se reinventaba de nuevo, y por fin se muda a Chipre.

Así que vacía su vivienda madrileña y se trae en una furgoneta todas sus cosas a  su casa familiar de Padrón. Allí fuimos a ayudar con la mudanza.

En esa furgoneta venía Fefa. Bajó de allí triste, desinflada y con los hombros encogidos, para ser encerrada de nuevo en un galpón agrícola que poco a poco la sepultará en heno. Y allí quedó. Durante mucho, mucho tiempo.

Hace algo mas de dos años, en medio de una charla con Fabián, éste va y nos suelta. “Si a queres, neno, vay por ela e lévaa”. No lo dudamos. Alquilamos una furgoneta y fuimos al rescate de la vieja dama. La encontramos rendida, sin esperanza y desanimada, oculta entre pacas de heno y aperos de labranza. Convertida en estructura inmóvil donde anclar telas de araña y cobijar ratones.

Y ahí empezó un nuevo origen para esta moto y una dulce pesadilla para nosotros; ¡que no es industria sencilla devolver la vida a aquello que la ha perdido!.

Oscar es un mecánico de los de verdad, no un cambia-piezas cualquiera, en su taller, POMOTO, depositamos a Fefa. Y empezamos el diagnóstico. El motor está acabado, el cilindro dos no tiene compresión. El eje primario esta soldado al piñón de salida y no se puede desmontar. La suspensión trasera es un simple muelle gastado, el radiador derecho tiene agujeros, la horquilla esta gripada. El carburador es un nido de insectos. El carenado que la viste es el de Mainumbi… y a nosotros nos gusta la Fefa vestida como cuando volvió a España desde África, con ese carenado recortado que la hacía parecer un cíclope.

Empieza la larga búsqueda de piezas usando internet, y las llamadas de Oscar relatando sorpresivos hallazgos  mecánicos que eran historias para no dormir.

Es alucinante lo difícil que es encontrar repuestos para una moto del 2004 sin recurrir a la fábrica. Encontramos un motor a buen precio en Italia, pero vino en peores condiciones que las que nos prometieron, así que con los dos hicimos uno. Un amortiguador, reparado, llego de Alemania. El radiador, se desmontó y reparó aquí, el carenado fue conseguido por trozos en diferentes sitios y luego recortado, adaptado y ensamblado. La horquilla recibió nuevos retenes y cartuchos, el sistema eléctrico se apañó lo suficiente para que no saltaran los fusibles…. Y por fin un día  Fefa resucitó y volvió a la vida. La sacamos del taller, la duchamos, pero le dejamos recuerdos de sus batallas. El barro de las trincheras del Amazonas se mantiene en sus puños, y trozos fosilizados de tierra africana viven en los recovecos de sus defensas. Y empezamos a montar en ella. El día 25 de agosto de este año se graduó en la ITV y desde entonces no para de andar.

Sí!, anda!, y resultan sorprendentes sus andares. Su gordo depósito de 37 litros  proporciona una extraña estampa. La postura viene condicionada por unos estribos adelantados. Su rueda de 21 pulgadas, anclada a una horquilla de alambre con un avance de chopper, no permite una conducción mínimamente ágil. Y tampoco va bien al conducir de pie. A pesar de sus alzas el manillar esta muy bajo y no responde a insinuaciones corporales. Pero es estable, no tienes que preocuparte de las reacciones del motor con el acelerador, y aunque no frena nada, tampoco corre mucho.

Siempre opiné, en mi ignorancia, que una moto se pilota, no se conduce, que manejarla exige siempre una concentración máxima, que eso la diferencia de la conducción predecible de un coche ordinario. Pero la Fefa no.

No es ésta una moto que se deje pilotar de modo alguno. Responde pausadamente al acelerador, sin las estridencias propias de una loca. Sus cambios de dirección son lentos, con un ademán pausado de dama que tiene claro lo que va a hacer y lo hará correctamente, pero despacio, tomando su tiempo, como diciendo “…siiii, ya voyyy, tranquiiilo…”.

Si intentas frenar fuerte necesitaras la mano entera y un antebrazo de camionero. Y si intentas apurar las frenadas solo encontraras un irse largo, o que tu manillar se doble sobre la tija. No, no es esta moto para alardes de piloto. Su conducción se parece mas a la de un Citroen 2CV que a la de cualquier otra cosa.

Tampoco es dama a la que le guste el Allegro Prestissimo. Ni siquiera un Vivace es bienvenido. Es una vieja señora que agradece un Lento, o un Larghetto, un Adagio como mucho. Las soprano veteranas como ella es de lo que disfrutan. El Rock&Roll aquí no es bienvenido.

Y aprendí que así llevada es muy relajante, te susurra al oído historias africanas, salpicadas de anécdotas pakistanies, y risas que llegan de América latina. Le gusta contar sus batallitas en voz baja mientras, ronroneando, te pasea por esas carreteras olvidadas que son su terreno preferido.

Si lo haces así es una moto agradable, con la que no te pelearás en ningún momento. Y nunca te pedirá guerra, puedes abrir el gas sin miramientos que no pasará nada, literalmente.

Así que aprendes a disfrutar de su andar pausado y elegante de dama con mucha vida en la mochila. Entrada en años y con kilos de más, conoce y entiende un mundo que ha vivido con intensidad.

Se la debe tratar con respeto. A ella, que ha visto cosas que tu jamás creerías…