Crónicas
Un chicle de goma quemada, un Overflander mayestático y un castillo de merengue
Huele a goma quemada y la moto vibra. La primera en darse cuenta es Eva, que para algo es mi copiloto. Paramos en la cuneta de esta extraña autovía turca y el olor a goma quemada es mas intenso. La rueda trasera brilla como pastel recién salido del horno. La toco y quema, no es que esté caliente, no. Arde.