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MONGOLIA, EL ETERNO CIELO AZUL

3 filtros 3 debes cruzar para pasar de Rusia a Mongolia. 

El primero es el control ruso.  Donde te cuelas de la forma habitual, poniéndote el primero con un codazo sutil al primer coche. Abren barrera y pasas.  Desimportas moto, pasas aduana. Convences al capitán de turno de que el dron qué llevas es de juguete, vuela bajito y que no vale para Ucrania.  Y sigues.

 A doce km, justo justito donde está la línea fronteriza, los mongoles han puesto una barrera. Vuelves a colarte, esta vez con una sutil patada en la entrepierna al primero de la fila. Y le dices al soldado que somos España y que el Real Madrid es la leche merengada. Saca el talki walki y avisa al siguiente paso que va para allá una moto con dos sujetos subidos encima. Nada mas pasar nos grita alguien “EEEEH ESPAÑAAAAA!”, paramos.

Resulta ser un extremeño que está en la cola del otro lado. Él no puede colarse, que no es alcalde y viaja en furgoneta. Tras las frases típicas de amistad eterna y admiración mutua, nos informa de algo que no sabíamos. Hoy es el último día para poder cruzar la frontera mongola, se cogen una semana de fiestas, y claro, cierran. 

Al final resulta que el ángel de la guarda sí que viaja con nosotros, con razón la moto va tan pesada. Hemos tenido suerte de la buena. ¿Te imaginas? ¿7 días en tierra de nadie?,  ¿O volviendo a Rusia?.  ¡Suerte se le llama a eso!.

Y ya tiras para el control fronterizo  del lado Mongol, el último, el definitivo. 

Allí las cosas suceden a la mongola. Caóticamente. No puedes colarte porque no cabes. Un fulano te pide 100 rublos por tramitar las dos motos. En su chaqueta pone “customs” pero no te da recibo ni nada. Todo el mundo le da los 100, así que no te queda otra, no se separa de nosotros hasta tener su billetito de monopoly. Dejas la moto parada bloqueando el paso, para que no se te cuele nadie, y te acercas a una ventanilla. Allí te anotan, una moto dos pasajeros, y te dan un papelito plastificado que pone en mongol “una moto y dos pasajeros” . Además toma nota de todos los datos de la  moto, por lo que crees que la estas importando, pero es solo un engaño, una añagaza, un truco mongol para liarte.

Te subes otra vez a la moto y el guardia, como has pagado y tienes el papelito, te abre la barrera. 

Ahora sí estas en aduanas. Bajas, te pones a la cola, te toca. 

¿Spain?!!! (Redios piensa la chica de inmigración, al ver el pasaporte). Saca una libreta y busca en ella, pasa todas la páginas del pasaporte y vuelve a mirar su libreta, y con voz trémula dice ¿visa?. Y no se refiere a la del banco. Le digo ¿Visa? ¡Spain no visa!!. 

¡Un inciso! Aquí es importante no dudar ni un poquito. Tu voz debe ser firme pero amable. Sin el menor asomo de duda. Tú lo tienes claro, es ella la que no sabe. Tú sí, que eres el alcalde.

Pone cara de confundida, levanta el teléfono, no le contestan. Rebusca en sus papeles. Se levanta y va a por el jefe. Viene el jefe y de forma displicente, con el segundo dedo de la mano derecha, le muestra algo a la funcionaria, sin mirar siquiera, y que no puedo ver.  

Quedó claro que Spain no visa.

Pone su sello. Y salimos. 

Pero viene un soldado y nos manda entrar otra vez. Falta un sello. Muestra una ventanilla donde tramitan el sello faltante. Esta vacía.

Por fin aparece una funcionaria, le enseño el papelito sin sello. Me pide por señas los papeles de la moto. Resulta que faltaba el papel de importación temporal de la moto. Tomaron datos antes, pero hay que volver a tomarlos. 

Y ya con todo en regla, sin revisar equipaje ni nada, nos dejan entrar en Mongolia.

En una yurta con olor a vaca compramos tarjetas SIM, y en un chamizo infecto de un cambista, bajo la atenta mirada de dos mocosos, paso mis rublos a la cachimba mongola. Aquí la moneda mongola sale a 4000 a 1. Eres  millonario de forma inmediata.

El pase de frontera, entre unas cosas y otras nos llevó casi 5 horas. 

Sorprendentemente las carreteras mongolas están excelentemente asfaltadas por los chinos. Las tres que tienen, claro, que son más que las que tenían. 

Hemos buscado un hotel con pinta de decente en Ölgiy, pero resultó ser un hotel fake. Moderno es, pero la hostelería de éste país es un quiero y no puedo. Pedimos dos días, pero el muchacho de recepción sólo cobra uno.  El calentador de la ducha no funciona y el encargado dice que five minutes, resultará ser 24 hrs. La wifi tampoco chuta, porque nadie parece conocer el password, y como los five minutes han pasado, cojo el router y lo reseteo a valores de fábrica, me quedo con la wifi para mí solo, sin nadie que la use va como un tiro. No sé que opinaran el resto de usuarios…

Hemos contratado a un guía por medio de nuestro contacto mongol, para que nos lleve al parque natural de Tsambagarav Uul.  Recorremos una pista que no sale en los mapas y que poco a poco desaparece completamente. El Land Cruiser que nos lleva parece poder con todo. La ruta pronto deviene a campo través, hace rato que el camino ha desaparecido y te ves inmerso en una naturaleza salvaje y virgen, a 3000 m de altitud, donde el aire sopla limpio, el cielo es prístino y las cumbres nevadas hacen un cinturón a tu alrededor. Entiendes la mística del eterno cielo azul que admiraba la cultura mogola heredera del gran khan. ¿Qué ciudad puedes construir que supere esta magnificencia?.  Y con el paisaje nos acompaña la fauna. Águilas que levantan el vuelo a 5 metros delante de tí. Camellos salvajes, manadas de caballos, yaks saltarines. Marmotas de todo tipo….  

Vadeas rios que bajan, aún, impetuosos de las cumbres, deshelando en este mes de julio. 

Poco a poco aparecen campamentos de gers. Algunas son de mongoles, otras de kazajos. Cada uno pone el suyo donde mejor le place. Salpimentando el paisaje. 

Somos invitados a comer con la familia del guía, criado en una de estas yurtas. Llegamos a la morada de su familia como invitados especiales, y nos ponen lo mejor que tienen, la cabeza de un cordero es el manjar principal. La carne se trocea, y se pone en un centro del que todo el mundo coge lo que le apetece.  Pruebas un queso de leche de yak, con un sabor ácido y lácteo a la vez, muy intenso. Te dan de beber un líquido blanco con grumos que es una especie de yogurt que intentas endulzar con un azucarillo que no se disuelve. 

Hemos traído un enorme melón y un buen racimo de plátanos para compartir con la comunidad y que enseguida es troceado para que todos tengan su dosis. Los críos se vuelven locos con el melón.

Lo de los críos aquí es peculiar. Les espera un grave problema de salud pública en pocos años. Todos están enganchados a una botella de coca-cola, de la que no se desprenden, y siempre tienen un chuche en la mano. Chuches a los que retiran el envoltorio que prestamente sale volando al albur de viento de la estepa. 

 Abro un paréntesis.

(La sociedad mongola se está modernizando a pasos agigantados. Cada vez hay más pastores que vigilan sus rebaños desde motitos chinas que todo lo pueden, y que es posible arreglar con un alambre y una patata. Los  pastores jinetes empiezan a ser minoría. La vida cómoda y sedentaria llama a la puerta con fuerza. Intuyo mucha obesidad y diabetes en la próxima generación.)  

Paréntesis cerrado.

El día fue gozoso, hubiera sido imposible llegar a donde llegamos sin un todoterreno y sin un guía experto  de la zona. 

Y ése llegar tan afuera de los caminos nos proporcionó una experiencia especial. ¡Hasta tuvimos tiempo de buscar un “Eagle Hunter”!, que nos permitió ver sus secretos, algo que nunca antes había mostrado al hombre blanco.

Al volver al hotel nuestra habitación está bloqueada. Como solo cobraron una noche, la han bloqueado porque nos fuimos dejando todo nuestro equipaje. No hicieron la habitación y el calentador de agua sigue sin funcionar. Cabreo, cabreo, cabreo. Con traductor español-mongolo, mongolo-español, por obra y gracia de San Google, todo se aclara. Pedimos dos noches, coño. Si solo cobras una cuando pedimos claramente dos (dos deditos levantados son dos. En mongol y en suajili), pues la lias.  Nada que no se arregle con un fajo de billetes de Monopoly.

Hoy hemos tirado ya hacia Ulam Bator, pero Ulam Bator está lejos que te rilas. Hemos escogido la vía sur, por asfaltada y suave, queremos ruta tranquila y sin sobresaltos. Conservando la mecánica. 

Pero a unos 350 km. de recorrido se ha desatado una tormenta de arena impresionante. Un viento inoportuno, fruto de una tormenta que se desarrolla a solo 100 metros a nuestra derecha, ha creado una corriente convectiva en el valle que arrastra  la arena por toneladas.  Conduces con la moto tumbada hacia la derecha para compensar la fuerza del viento, y por tramos la visibilidad no supera los 2 metros, mientras el viento aúlla con fuerza y la arena se cuela en tu casco. Masticas polvo. Sabes que estas en tu sitio porque intuyes la línea blanca, pero no ves nada delante. Nada de nada. Rezas para que no se haya parado un coche, o una vaca, y no te estampes contra algo. Conduces por pura intuición y luchas contra la idea que en ese momento pasa por tu cabeza, que es pararse. Si te paras, aquí, chaval, eres carne de chatarra. 

Tienes que avanzar, hay que salir de este válle y buscar refugio. Lo encontramos en uno de los lugares  marcados como posible parada por si hiciera falta. Y  lo hace. 

Ahora estamos en un hotelito muy digno en Altan Teel. Somos los únicos huéspedes. Escucho a través de la ventana chillar a las águilas desde la altura. Las hay a decenas. La tarde se ha calmado. Las tenebrosas nubes de arena son ya solo un recuerdo. 

Mañana pensamos avanzar unos 700 km para acercarnos a la antigua capital del imperio Mongol, en Jarjorin. Cerca de la localidad se hallan las ruinas de la antigua ciudad de Karakórum, otrora capital del Imperio Mongol bajo el liderazgo del vástago de Gengis Khan. Existe allí un monasterio que se construyó con los restos de la antigua metrópoli. Erdene Zuu fue el primer cenobio budista de Mongolia. Merece nuestra visita. No llegaremos hasta dentro de dos días. 

Es enorme éste país. 

1 Comments

  • Il Pietro
    Posted 10 de julio de 2024 at 16:20

    Ánimo con esos 700k. Que lleguéis bien, ide con xeito

    Responder

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