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Un Diyarbakir caluroso, una ciudad de camiones y la ciudad más caótica del mundo.

Llegar a Diyarbakir supuso varias horas de ruta con un calor sofocante, necesario entreno para lo que vendrá en Uzbekistán.  Llegamos a la comunidad motera que nuestro amigo Mehmet tiene montada en su concesionario Yamaha. Abrazos, fotos y frases de amistad eterna a través del google translator. No sé, quizá  les prometí una vivienda y un visado de residencia gratis en España, vistas las muestras de alegría y regocijo con que reaccionaba la peña al leer alguno de los mensajes. ¡A saber qué traducía el  algorrino de google!. 

La ciudad no merece la pena, tiene una muralla sobre el Tigris, una ciudadela con un museo arqueológico y unas cascadas de agua artificiales que están cerradas. 

Nos vamos hacia Doğubayazıt, a los pies del monte  Ararat. Nos alojamos en un hotel decente pero con claras muestras de ser turco, lleno de españoles de excursión al monte. Deben de estar cansados, interactúan poco. 

La vista del monte por la mañana desde la terraza es imponente y así se compensa el sobreprecio que nos pusieron por ser idiotas. Y ya caminito de Georgia, que resulta no se llama así. Se llama Gürcistan. Así que este es el primero de los estanes, sabioncillos, que no tenéis ni idea!.

Entramos por el paso de aktaş sinir kapisi. Aquí habita una comunidad de camioneros que deben vivir allí durante días, ¡sino semanas!. Son cientos de camiones en fila a lo largo de la carretera desde decenas de kms. antes del paso fronterizo, al ritmo que tramitan cada camión los funcionarios georgianos y turcos, la espera deba hacerse eterna. 

 

Gürcistan nos recibe con personal de frontera típicamente soviético, con preguntas  del tipo ¿de qué color es la moto? mientras tiene la moto delante. Pero pasamos pronto, relativamente. En cuanto se levanta la valla para que seas libre de circular por Georgia, las carreteras sufren un cambio radical. Así como Turquía ha mejorado su infraestructura de una forma exageradamente absurda (los fondos europeos para que retengan a inmigrantes sirios son muy amplios), con autovías de 4 carriles que usan más los burros y vacas de esta despoblada zona turca, que los vehículos. Somos nosotros y un rebaño de ovejas en la autovía. Georgia sin embargo tiene unas carreteras infames. Al ser verano, además, parece que los ayuntamientos montan sus piscinas municipales en ellas, visto el tamaño y profundidad de los baches. Así la conducción se hace entretenida, esquivas baches al mismo tiempo que esquivas al coche que viene de enfrente esquivando el suyo. Sin olvidar al burro que se folla a una congénere en el arcén y las gallinas, que también pasan por allí. 

 Además se ha puesto a llover, a lo bestia. Y así, esquivando bichos y bestias (bestia: conductor georgiano en estado habitual de inconsciencia) llegamos a Tiflis, la capital.

Tiflis nos engulle, nos mastica y nos escupe sin digerirnos. Su tráfico es lo mas caótico que puedes imaginar, no creo que ni la India le supere. Juntas a conductores chutados de éxtasis, con conductores que no pisaron una autoescuela, mételos todos juntos en una ciudad en obras en hora punta y así conseguirás  bloquearla de tal manera que recorrer 9 kms. precisen 2 horas y media. 

Nos fue imposible amar Tiflis. Huimos de ella al día siguiente, hacia la frontera rusa. Bajo la lluvia. 

La carretera militar Georgiana que cruza el Cáucaso atraviesa un paisaje montañoso con espesos bosques, altas montañas y monasterios ortodoxos. Si dejará de llover se disfrutaría mas. 

Mañana cruce a Rusia, en territorio del diablo. A ver qué tal con los soviets!.

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