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FILOMENO, A SU PESAR

Llegó, por fin, a su casa, entonando un íntimo ¡Aleluya!. Su bien amado rincón del mundo estaba tal cual lo dejó, tiró su mochila en una esquina, se sacó los zapatos y se dejó caer en su sofá, bendito sofá, con los brazos abiertos. Totalmente derrotado, su cara adopta, sin saberlo, la mirada de las mil yardas. Perdido su foco en un infinito lejano.

¿Qué coño ha pasado? ¿que sucesión de acontecimientos han tenido lugar para que pasara esto?

Fabián C Barrio. Se define como escritor, viajero y aventurero en su página personal. Pero también se define como un “Balbino. Un rapaz da aldea. Coma quen di, un ninguén” *.

Pasó de ser Filomeno, a su pesar, a un morador del asfalto, para terminar siendo un Sísifo rebelado.

Se ha reinventado mil veces. Pero nada cambia realmente, en realidad sigue siendo Balbino, o Filomeno, a su pesar**. Lo que ocurre, a mi parecer, es que solo cambiaron los Lestrigones que le atormentan. Ahora cree que el dueño absoluto de su vida es él, pero no. Ha entregado parte a sus seguidores. Todo escritor lo hace y él…  él es escritor. Y eso es una cesión de dominio que perdurará largo tiempo. Tanto como la gente desee sus libros.

La batalla mental se inició, públicamente, hace días. Mucho antes de la presentación madrileña del viernes 27, día en que las hostilidades se tornaron mucho más intensas y feroces.

Todo empezó a desbordarse cuando comunicó que había publicado un nuevo libro. El primero desde hace 6 años, casi nada.

Tengo la sensación de que es éste un libro que realmente quería escribir, era un paso inevitable en su vida de escritor el crear uno de filosofía. Preludio del siguiente libro, espero.  Si se decide a hacerlo sugiero uno de recetas de cocina ecléctica.

Lo que pasa es que ni él mismo imaginó lo que ocurriría. A pesar del pre-aviso que fue la reunión de Santiago.

En cuanto se hizo pública la preventa del libro sus seguidores se entregaron, como famélica legión, a luchar por tener un ejemplar. La primera edición se agotó, en preventa, en menos de 48 hrs. Todos los ejemplares, todos, desaparecieron de la nube.

Los escasos volúmenes que llegaron a las librerías y se reservaron para venderlos, inicialmente, en las presentaciones, volaron como hojarasca en un vendaval de otoño.

Sabiendo eso, era previsible lo que ocurriría, aunque nadie quería creerlo. Ni Fabián, ni la editorial, ni los organizadores de FNAC. Ya no había tiempo para adaptar un lugar con más aforo.

La presentación en Madrid de su libro fue un éxito tan rotundo que a punto estuvo de fracasar. Que el éxito, cuando es demasiado y no esperado, puede mutar en  fracaso si no se gestiona de forma adecuada.

La sala reservada a la presentación se convirtió en una lata de sardinas incapaz de alojar tanta demanda. Y eso a pesar de limitar el acceso en un último intento de controlar a la masa. Mientras la fila de personas deseosas de un abrazo con arrimón de pito, y una firma, y una foto; daba la vuelta al edificio de FNAC en Preciados, unos pocos privilegiados, premiados por su larga espera al inicio de la fila, accedían al local del evento, apretándose.

La verdad es que fue una pena y  una alegría. Que siempre es hermoso disfrutar del éxito de las personas que admiras, y que han trabajado duro y dignamente para obtenerlo. Pero esa falta de previsión en la asistencia, ese no saber valorar el poder de convocatoria del personaje, fue una condena.

¡La editorial es culpable, que la detengan!

Vi a Fabián ligeramente preocupado, previendo lo que ocurriría y buscando soluciones aptas para compensar tanto sacrificio de sus seguidores.

Perfeccionista psicótico como es, sabía que su presentación, esmerada, impecable, tendría escasa visibilidad. Solo los primeros afortunados podrían verla. Y al acabarla tendría que atender, de algún modo, a los desafortunados que quedaron fuera. Y eso prometió, que los atenderia a todos.

La presentación fue intachable. Con esa dicción tan suya, con los gestos medidos al milímetro y ejecutados, con perfección germana, al compás de su banda sonora. Sin nada dejado al azar. Emotiva, con ritmo adecuado, removiéndonos el alma a los que allí estábamos.

VIDEO-PRESENTACION

Los que no habéis tenido la fortuna de haber visto alguna presentación suya no sabéis lo que os perdéis. Fabián nos deja a todos como simples e inmeritorios mediocres cuando hace algo así. La delegada de la editorial estaba totalmente anonadada. Nunca tal cosa viera antes, ella, profesional de la presentación de libros.

Me temo que ha descubierto lo que ella cree un filón, para suerte y desgracia de mi amigo. Si es así le diría que aproveche el tirón para que le reediten Malabar, su novela más querida. Y Salí a dar una vuelta, que coño. Que se estiren.

 

Cabezón es como se define, en idioma vulgar, a aquel que tiene una voluntad de hierro. Y es Fabián persona muy cabezona. Tiene tanta paciencia que haría doblar la cerviz a un capuchino de madera.  Es una paciencia serena la suya. Capaz de mantener un semblante amable durante horas, sin importar lo cansado que esté.

Eso es importante, pues acabada la presentación viene la parte realmente dura, cumplir su promesa. Fotos, firmas, abrazos (con y sin arrimón de pito) y pequeñas confidencias con cada uno. Y los unos son centenares. Es imposible atender a toda esa gente en horario comercial y nos echan del edificio, las horas pasan y FNAC tiene que cerrar.

La fiesta, o la clase magistral de bonhomía sigue en la calle. Se improvisa un pequeño atril donde firmar libros y tarjetas con la tapa de un cubo de basura que está a la altura adecuada. La gente sigue, en perfecto orden, respetando una fila larga que se pierde por detrás de la esquina. Sin alboroto y con paciencia inagotable, se van acercando, poco a poco, a su admirado Fabián. Porque hay que admirarlo mucho para completar una espera como esa. El último abnegado seguidor consigue su foto, y su firma, y su abrazo, y sus frases de cariño; a los dos de la madrugada. ¡¡Eso son más de 9 hrs al pie del cañón!! Sin una mala cara, sin un mal gesto. Con frases y cariño a todos y cada uno.

Lo reconozco. Yo no podría.

El sí. ¡Pero es que ese último llevaba esperando en la calle casi el día entero! ¿Cómo no le vas a dedicar unos minutos?

El esfuerzo mental de tal actividad es brutal. Eso deja a uno total y absolutamente baldado.

¡Pero no se vayan, aún hay más!

Al día siguiente toca levantarse a las 4 de la mañana, volar a Barcelona, hacer entrevistas y preparar todo para la presentación, que se adelantará una hora tras la experiencia de Madrid. Y cambiar el formato por otro más ágil que evita los 50 minutos de su excelente presentación. Para aligerar la cosa.

Lo siento por los barceloneses, que se perdieron una obra de arte. Tan buena que debería representarse en el Reina Sofía en formato 3 D, con algún tipo de holografía tope guapa. Una experiencia inmersiva de esas tan modernas, una performance, desplazando otras obras de arte que solo ocupan sitio y que a pocos interesan.

Pero divago.

El formato cambia, como digo, a una charla con preguntas y respuestas en grupos manejables, con firmas y fotos algo más rápidas, quizá con menos dispendio de tiempo a cada uno, pero igual de atento según cuentan los cronistas.

Acabaron todos de nuevo en la calle, hasta más de las 12:30. Por lo menos ese día sí pudo cenar con Madre.

Pero no hay piedad. Al día siguiente quedaban aún  cosas que hacer. Visitas personales ineludibles y vuelos múltiples para llegar a la esquiva Chipre, tan alejada de las rutas habituales.

Y por fin sofá, o cama. Desplomado con los brazos abiertos, la mirada perdida en el infinito y la mente en blanco. En clara encarnación de la mirada de las mil yardas. La que muestra el soldado superviviente de una batalla intensa y larga.

Está en estado catatónico, seguro. Aunque quizá sería mejor decir “en estado patatónico”. Debe estar hecho una patata, una piltrafa.

Meu pobre.

Allí, tirado en su madriguera.

¿Triunfache? Pois agora hay que roelo.

 

 

*Memorias de un neno labrego.. de Xosé Neira Vilas

** Personaje de la novela “Filomeno a mi pesar” de Gonzalo Torrente Ballester

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